martes, 21 de junio de 2011

Todos saben lo que hay que hacer. Lo que no se sabe es por qué no se hace.

Los economistas, que han estudiado la manera de salir de la crisis, opinan que solo se conseguirá cuando se generen nuevos puestos de trabajo.
Para que se generen nuevos puestos de trabajo, hace falta que se creen nuevas empresas o que las existentes vendan más.
Para que se creen nuevas empresas se necesitan recursos económicos, es decir financiación. Y dicen, que el dinero existe y que está en manos de inversores privados, esperando una oportunidad de inversión que sea fiable y rentable.
O que las entidades financieras den crédito a las pequeñas empresas o a los emprendedores, lo que en este momento no ocurre.
Para que los inversores privados inviertan, es preciso generar confianza, y eso es algo lento y difícil. Para que los bancos presten dinero es preciso que tengan resuelto su problema de solvencia, primero, y que quieran correr ciertos riesgos después, lo cual parece poco probable a corto plazo.
Para que las empresas vendan más, es preciso que bajen sus precios o aumenten su calidad, lo que se llama incrementar la productividad. La productividad se puede incrementar abaratando los salarios, o mejorando la maquinaria, o la organización.
Respecto del abaratamiento de los salarios, parece difícil. Antiguamente se conseguía a base de devaluar la moneda, pero sabemos que ya no es posible. Por lo tanto parece que podemos intentar una contención salarial, y tratar de organizar de manera más eficaz la empresa.
Para organizar de manera más eficaz la empresa, es preciso –entre otras cosas- disponer de mayores posibilidades de organizar el tiempo y forma de trabajo de los empleados. Y puesto que estamos en un mercado competitivo, parece claro que nuestros empleados no pueden gozar de mejores condiciones que el resto de empleados de la CE.
Difícil está la situación si no conseguimos simplificar el complejo mundo de las contrataciones; si no conseguimos mayor flexibilidad laboral; lo cual comporta cierto sacrificio para todos. No parece que nadie esté dispuesto a aceptarlo.
Mientras, los jóvenes, que han terminado hace poco sus estudios y pretenden incorporarse al mercado de trabajo no podrán hacerlo. El paro juvenil supera el 30%. Comienzan a pensar en emigrar a otros países. La situación parece empeorar día a día.
Se sabe lo que hay que hacer. Lo que no se sabe es por qué no se hace

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